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domingo, 29 de agosto de 2010

Roberto: El triunfo del esfuerzo y la constancia

Roberto Jiménez Gago, conocidos por todos como Roberto, y portero del Benfica, pasaba su peor mes como futbolista en tierras portuguesas. Un dudoso comienzo durante la pretemporada, en la cual tuvo varios errores al defender la meta lisboeta, hicieron que la afición colocara en el candelero al meta madrileño y se cuestionasen si los 8,5 millones invertidos en él han sido una buena compra. Mientras, el jugador estaba tranquilo, ilusionado con una nueva etapa después de que se le negase triunfar en el fútbol español. Había firmado un contrato por 5 temporadas, con el objetivo de cumplirlas y convertirse en toda una leyenda en la historia del Benfica.
Roberto, el día de su presentación con el Benfica
Roberto nació en Fuenlabrada, y desde pequeño estuvo ligado a las categorías inferiores del Atlético de Madrid. Es el fruto que cosechan los grandes técnicos de la cantera tras años y años formando buenos porteros. El meta lleva el gen rojiblanco, el espíritu rebelde e inconformista por crecer futbolísticamente hablando. Muchos son los porteros que han pasado por el Calderón, pero con 19 años tuvo la oportunidad de saltar al campo y debutar con el primer equipo tras una gran plaga de lesiones en la portería rojiblanca. A pesar de una buena actuación, el de Fuenlabrada encajó dos goles (Raúl Garcia y Bernardo Romeo) para ser derrotados por los "rojillos" por 2-1.

Desde el seno rojiblanco, se le auguraba un buen futuro, pero el jugador no llegaba a cuajar. Tras dos años alternando el filial con el primer equipo, Roberto se vió obligado a irse cedido para avanzar en su carrera. Tarragona era su nuevo destino, y sus actuaciones con el Nástic llamaron a la portería de España sub-21.  Un año después, regresaba a casa. Nada más llegar, le comunicaron que iba a ser traspasado al Recreativo de Huelva, como pago por Sinama-Pongolle, al que el Atlético quería fichar. Roberto se fue con la cabeza bien alta, sabiendo y jurando que volvería.

Un año más tarde, el Club decide recomprar al jugador para que ocupase el puesto de segundo portero. Asenjo era el primero, y De Gea el tercero. Sergio Asenjo, que llegó con la vitola de sucesor de Casillas, no cuajó y una lesión le relegó al banquillo. Esto obligó al meta a ser titular en el Camp Nou. Allí recibió un excesivo castigo, y sus dos actuaciones siguientes llenaron de dudas sobre si era portero para el Atlético de Madrid. Los técnicos del Club dieron una oportunidad a David De Gea, y el joven portero sorprendió a todos con un partidazo frente al Zaragoza, con penalti parado incluído. La actuación del prometedor portero toledano, y la recuperación de Asenjo, echaron por tierra cualquier esperanza de Roberto. La directiva, decidió cederle en el mercado de invierno al Real Zaragoza, para que contase con minutos, y viesen si era merecedor de jugar la temporada que viene en el club rojiblanco.
Sus actuaciones en Zaragoza llamaron la atención a muchos equipos, y el Benfica fue el que más apostó por el portero. El montante de la operación que ofrecían por los servicios del jugador motivaron al Atlético a vender sin miramientos, y de esta manera Roberto comenzaba una nueva etapa en su vida.

Los dos primeros partidos sembraron de dudas a su entrenador, Jorge Jesus, que a pesar de salir al paso en las ruedas de prensa declarando que confíaba en él, no las tenía todas consigo sobre su estado. En la primera jornada, el Benfica fue derrotado con un gol en los últimos minutos. Laionel marcó un auténtico golazo, que sorprendió a Roberto, con una vaselina desde 35 metros. La afición ya comenzó a silbar por la derrota, y por el mal partido del meta.

Una jornada después, Roberto fue sentenciado por su afición y entrenador tras una nueva derrota ante el Nacional, con una nueva mala actuación del nuevo fichaje de los lisboetas. La presión que sufría el guardameta era insoportable, y las portadas de los periódicos portugueses se llenaban con críticas vertidas hacia su juego. Roberto estaba desesperado, no sabía que hacer ya. La defensa "encarnada" era un cúmulo de desastres, y se veía obligado a refrendar los numerosos ataques de sus rivales. Las culpas no cesaban, y su entrenador, aquél que confió en su fichaje, y quiso darle la oportunidad de remedirse, le sentó en el banquillo ante el Vitoria de Setubal, como castigo. De hecho, se han oído numerosos rumores sobre una posible venta-cesión al Malaga, ya que el Benfica se quería desprender a toda costa del jugador.

Ayer, Roberto subió a los cielos y se consagró como el portero que es, aquél que dejó su impronta en todos los clubes por los que ha pasado. Julio César salió en el once inicial del Benfica, por delante de Roberto, que se quedo en el banquillo. El meta brasileño fue expulsado por cometer penalti, mientras que el jugador español tuvo que saltar al campo, sin haber calentado, y enfrentándose a un penalti, después de todas las críticas vertidas sobre él. El meta, que mamó buenas enseñanzas en el Cerro del Espino durante años, gracias al cuerpo técnico formado por Miguel Bastón, se llenó de coraje y fuerza, y demostró a todo el mundo que clase de portero es. Nada más saltar detuvo el penalti. Como si fuese un gato, se tiró a su derecha, y con una gran estirada, supo detener el lanzamiento del jugador del Vitoria de Setubal. El meta, se quedó unos segundos en el suelo, boca abajo, disfrutando del momento, y permitiendo dar un baño de victoria a sus oídos con los aplausos de una afición que no ha parado de criticarle.


Hoy, las portadas de los diarios portugueses toman un tinte diferente. "Estás perdonado", "Héroe a la fuerza", o "Roberto, de villano en Da Luz, a convertirse en héroe", son algunos de los titulares que se podían leer. Al término del partido, su actuación fue para enseñársela a niños que se inician en este deporte. El guardameta español tuvo tiempo de darse un paseo por las gradas, después de que la afición estuviese 5 minutos coreando en alto su nombre. Durante todo el encuentro, se oía "Roberto, Roberto", cada vez que el meta entraba en contacto con el balón. Visiblemente, estaba emocionado. Era la recompensa al esfuerzo y al trabajo que tanto tiempo había esperado. Las críticas se convirtieron en halagos, los pitos y silbidos en aplauos y cánticos, y sobre todo: había recuperado la confianza de una afición y de un técnico que se la había arrebatado desde el primer momento.
Anoche, Roberto durmió como un niño. La alegría dentro de su corazón es inmensa, y esto le motiva a seguir trabajando para agradar a su nueva afición. El fútbol es injusto a veces, como reza el lema de un compañero blogger. Pero también sabe a quien premiar, y como. Roberto es uno de esos jugadores currantes, que se merecen más de lo que tienen, pero que a pesar de ser conscientes de ello, no lo piden y siguen entrenándose en silencio, a la espera del momento adecuado para hacerse sonar.

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