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martes, 14 de junio de 2011

La guerra del fútbol

Al fútbol siempre se le ha asociado con el término “negocio”. El dinero mueve los pilares básicos del “deporte rey”. Marketing, publicidad, contratos multimillonarios, conversaciones privadas….todo vale para conseguir un acuerdo sustancioso mientras se deja de lado la esencia y emoción de este maravilloso deporte. En Sudamérica, los hinchas menos salvajes viven en un estado constante de temor por la masiva presencia del narcotráfico en el fútbol. Parafraseando al ilustre periodista Ryszard Kapuscinski, “la guerra del fútbol” mueve a sus antojos el devenir de los futbolistas, asesinándolos, hiriéndolos o amenazándolos con tal de conseguir sus objetivos.


La violencia en el mundo del fútbol es algo tan antiguo como la propia creación del “deporte rey”. La tensión, la intensidad del juego, la presión por la victoria son factores que vuelven frenético las pulsaciones de nuestro corazón. De un tiempo hacia delante, la violencia ha ido cobrándose más víctimas. Discrepancias de opiniones o de sentimientos hacia sus colores provocan graves altercados fuera y dentro del terreno de juego. Desde reacciones improvistas por parte de los jugadores a posteriores agresiones entre los ‘hooligans’ de los equipos, pasando por graves enfrentamientos entre directivos de clubes.

La violencia existe tanto en Europa como en Sudamérica. Pero quizás el condicionante que agrava y diferencia las reyertas entre estos dos continentes sea el matiz de que en América del Sur todo se concentra en manos de sicarios y narcotraficantes, que emprenden el poder desde los estamentos deportivos.  Mientras en Europa los actos violentos suceden por desgracias naturales (véase la tragedia de Heysel) o peleas entre hinchas a la salida de estadios (véase enfrentamientos entre romanos y laziales), los “barrabravas” o sicarios y narcotraficantes comandan las decisiones de quien debe “vivir o morir”, sin arrepentimiento alguno.

Argentina, país con mayor grado de violencia
Resulta anecdótico situar a Argentina como líder en las estadísticas al país con mayor índice de ensañamiento. Los “barrabravas” encabezan la lista de estos actos. Como si dirigentes de clubes se tratasen, son quienes dan las órdenes desde la grada. Para muchos significan la pasión del deporte al ser considerados “el jugador número 12”. Para otros, una carga que soportar, y a la cual obedecer. Pero la realidad es que en muchas ocasiones la noticia es que esos violentos roban el protagonismo al deporte en cuestión.


Los “barrabravas” se deslizan en una delgada línea que separa la pasión por su equipo al fanatismo por unos colores, de los cuales son capaces de demoler al contrario. Durante los últimos años, han sido mucho los informes, noticias o rumores que afirman que estas organizaciones cuentan con la financiación económica y el apoyo de las autoridades de los equipos. Ya no es un secreto bien oculto, si no un grito que pide clemencia, pero que a pesar de ello, sigue en pie.



Fernando Cáceres, ex jugador de Zaragoza y Celta de Vigo entre otros equipos, es el último caso que salpica la actualidad.  Nacido en Buenos Aires, el central argentino desarrolló gran parte de su carrera  en España. El 1 de noviembre de 2009  volvió a reaparecer en escena tras ser protagonista en un asalto en la pequeña ciudad argentina de Ciudadela. Un grupo de asaltantes le rodearon y le dispararon a quemarropa en la cara, sin razón alguna. Actualmente, Cáceres se encuentra en rehabilitación después de perder el ojo derecho y sufrir una fractura en la base del cráneo.



La mano negra del narcotráfico en Colombia
Si hay un acontecimiento marcado por el inmenso mundo del narcotráfico en este país sudamericano, ese es la muerte de Andrés Escobar en 1994. Colombia se clasificó para el Mundial de Estados Unidos. Las aspiraciones eran altas, y la confianza depositada en el plantel bien valía millones de ilusiones. En el grupo A, Colombia cayó en la fase de grupos. Un gol en propia meta de Andrés Escobar frente a Estados Unidos se convirtió en la pesadilla del central. A su llegada a su ciudad natal, un grupo de sicarios liderados por Humberto Muñoz Castro desenfundaron sus pistolas y dispararon hasta en seis ocasiones a Escobar, lo que le produjo la muerte instantánea mientras era evacuado al hospital por las fuerzas sanitarias.


“Palomo” Usuriaga falleció a los 37 años de edad tras ser tiroteado por varios encapuchados mientras conversaba con varios amigos cercanos a su círculo de confianza en Cali. ¿El motivo? La simpleza por un amor. El joven sicario que se encargó de la muerte del futbolista alegó estar enamorado de la que era mujer de Usuriaga. El ex delantero del Málaga no es el único jugador fallecido en Colombia a manos del narcotráfico. Mosquera Torres fue disparado hasta en catorce ocasiones mientras conducía  su moto.


Francisco ‘Pacho’ Maturana confesaba hace poco tiempo en el programa de Canal + “Fiebre Maldini” que temió por la vida del excéntrico portero colombiano René Higuita. Durante los octavos de final del Mundial de 1990, Camerún se enfrentaba a Colombia. El partido terminó en empate, lo que dio lugar a la prórroga. Durante ese tiempo, Roger Milla salió a escena, y anotó dos goles para la victoria. El segundo gol fue por un error del portero, que acostumbrado a jugar al límite con los pies, perdió un balón que interceptó Milla y puso el 2-0 en el marcador. Pero ahí no queda la anécdota: Bernardo Redín marcó el 2-1 en el minuto 115, a falta de 5 minutos para el final. Maturana, técnico de Colombia, contaba que aquel gol le puso nervioso: “Tras el gol,  pensé que a Higuita le podía pasar lo peor. Muchos le culparían de nuestra eliminación. No es lo mismo perder 2-0 que perder 2-1. ¡Le podrían fusilar!”.


Los hilos de los juguetes rotos de Pablo Escobar
Pablo Escobar es conocido como el terror del narcotráfico en Colombia. Es la pesadilla que echaba pulsos a las autoridades colombianas. Es considerado como el mayor criminal de la historia, al ser el fundador del mayor cártel que ha existido en Colombia: el cártel de Medellín. Sus hilos no solo se movían en política, donde era el temor del Presidente Cesar Gaviria. Sus movimientos también estuvieron involucrados dentro del mundo del fútbol. El centrocampista colombiano Felipe Pérez murió en 1996 a manos de desconocidos.  El jugador tuvo contactos con Pablo Escobar y las estrategias de su cártel, y se presupone que su fallecimiento se debe a un ajuste de cuentas relacionado con el tráfico de estupefacientes.


No fue el único en tener contactos con el líder del Cártel de Medellín. René Higuita visitó a Escobar en la cárcel, de donde destacó que eran “grandes amigos”. Drogas, un arresto por estar involucrado en un secuestro… Pablo Escobar movía a su antojo a las personas más representativas de su país. Freddy Rincón no estuvo involucrado con ninguna estrategia del fallecido líder del narcotráfico. Pero en cambio, sí que lo estuvo para otra organización, comandada por Pablo Rayo Montaño. En Brasil, fue acusado por haber “lavado” recursos ilegales procedentes de esta banda, según informa El Imparcial.

Un polaco a caballo entre Honduras y El Salvador
Con motivo de las eliminatorias para el Mundial de 1970, se sucedieron una serie de hechos  en Sudamérica en la celebración del partido entre Honduras y El Salvador. Entre ambos países se produjo un conflicto armado que se tradujo en la deportación masiva de granjeros y trabajadores salvadoreños de Honduras. Los hechos fueron calificados como “la Guerra del Fútbol” por el reportero polaco Ryszard Kapuscinski. La guerra fue breve y duró seis días, pero las consecuencias fueron  graves. Las muertes se cifraron alrededor de entre 4.000 y 6.000 civiles, y fueron algo más de 15.000 personas las que resultaron heridas. El encuentro entre ambas selecciones estuvo presenciando por hinchas de Honduras y de El Salvador, pero separados por cada fondo y con una barrera de 5.000 policías mexicanos entre ellos.


Este hecho es uno de los tantos ejemplos que existen hoy en día en el fútbol. Como la política de Gobiernos salpican y ensucian al deporte. Movidos por la ira de las decisiones gubernamentales, la gente encuentra en el deporte la manera de manifestarse y castigar al “enemigo”.

Sudáfrica: un sueño que no pudo hacerse realidad
Salvador Cabañas era uno de los delanteros con más forma en el América de México en los meses anteriores a la gran cita mundialística que iba a vivir Sudáfrica. Sus goles llamaron la atención de clubes de la Premier League, pero su ambición era conseguir un título con las Águilas. Era uno de los llamados a representar a Paraguay en el Mundial de 2010. Junto a Cardozo, formaría la lanza del ataque paraguayo.


Pero el 25 de enero de 2010 Cabañas fue herido de un disparo en la cabeza por “JJ”, un conocido traficante amigo suyo. Así lo desveló Valdéz Villarreal, conocido como “la Barbie”, quien prestó refugio a “JJ” y riñó por haberlo herido de bala. La estrategia era dañar al futbolista, pero la gresca entre Cabañas y “JJ” fue a más, hasta que el narcotraficante alojó una bala en el interior del cráneo del delantero del América. 



Actualmente, Cabañas tiene prohibido jugar al fútbol porque cualquier contacto del balón contra su cabeza podría desplazar la bala que tiene incrustada y provocarle la muerte instantánea.

Relaciones con el narcotráfico y secuestros: nuevas armas de represión
Durante la última década, Brasil se ha convertido en el país donde más secuestros a familiares de futbolistas se han cifrado. Pero también han aumentado las supuestas relaciones con el mundo del narcotráfico. Ante tal cantidad, en el país carioca han sido denominados como “secuestros express”, por la rapidez de su ejecución y por el poco tiempo que tardan en conseguir su propio beneficio. La ferocidad de este nuevo fenómeno no tiene límites: la hermana del ex jugador del Betis Ricardo Oliveira estuvo más de cinco meses secuestrada hasta que la policía de Sao Paolo localizó el lugar del cautiverio. Según fuentes policiales, la hermana del futbolista mostraba señales de desnutrición y deshidratación, y estaba recluida en una habitación sin ventanas.

Más conocido es el caso de Edevair de Souza, padre de Romario, que fue secuestrado en 1994 cuando salía de cenar de un restaurante. Los secuestradores reclamaron 7 millones por su libertad, pero la policía volvió a actuar con rapidez y descubrió el lugar de los hechos antes de que se pagase la cantidad exigida. Pero no todas las historias tienen el mismo final. El hermano de Juan Román Riquelme, Christian, fue secuestrado durante la estancia del argentino en Villarreal. Su liberación se llevó a cabo después del pago de 150.000 dólares. Lo mismo sucedió con la madre de Robinho, Marina da Silva, y que liberaron después de abonar 80.000 dólares. Todos estos actos no suceden de improviso. Normalmente, los malhechores aprovechan el buen rendimiento de los futbolistas con sus clubes para exigir un alto precio por la vida de sus familiares más queridos.

En el plano del narcotráfico, son varios los jugadores a los cuales se les ha vinculado con estas actuaciones ilícitas. El delantero brasileño Vagner Love fue el primero en sumarse. Al futbolista le sorprendieron al término de una fiesta acompañado por una serie de hombres armados que asociaron con el narcotráfico en una favela de Rocinha, localidad brasileña. El decrecimiento como futbolista de Adriano, estrella en su etapa en Parma e Inter de Milán, se puede deber a las campañas pro-narcotráfico que hizo durante su estancia en Brasil. Sus problemas con el alcohol le llevaron a relacionarse con grandes narcotraficantes, como lo es “Mica”. Anderson, centrocampista del Manchester United, y Ronaldinho, han sido relacionados con ‘Gigi’, uno de los capos mejor organizados en Rio Grande do Sul, al atribuirles conversaciones grabadas donde hablaban de drogas y fiestas con el conocido narcotraficante.

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